Cuando nos hablan de la palabra sombra, a todos nos viene a la mente la oscuridad, el mal, el peligro.
Pero nuestra sombra no es eso. En realidad, en la sombra está todo aquello que forma parte de nosotros mismos y de lo que no somos conscientes. Nuestra verdadera esencia está en la sombra, ya que lo que mostramos diariamente suelen ser caretas, personajes, suele ser la imagen que tienen los demás de nosotros y la imagen que tenemos de nosotros mismos. Ambas, suelen ser erróneas.
En la sombra podemos encontrar una gran oportunidad de crecimiento. Primero porque vas a descubrir cosas hermosas de ti que no habías percibido y que te ayudarán a quererte más. Pero sobre todo, porque vas a conectar con la parte que más te disgusta de ti, vas a enfrentarte a ella y vas a conocerte en profundidad, lo que hará que crezcas como alma y como persona.
En la sombra se encuentran nuestras mayores virtudes y nuestros mayores defectos. Aquí yace la envidia, la lujuria, la avaricia, el despotismo, y mil cosas más que fueron tachados como pecados pero que en realidad son estados o cualidades por los que todos nosotros pasamos alguna vez.
Cuando eres capaz de mirar a tu sombra a los ojos y decir: “Vale, yo puedo ser así pero voy a trascender y superar esto”, un trocito de tu falso disfraz va cayendo. Cuando pones luz a tu sombra, lo que sucederá es que dejará de esconderse y te mostrará su verdadera cara. Si te fijas, verás que es incluso tímida porque no sabe cómo acercarse a ti. Nunca le has dado permiso para que se muestre, la has tenido siempre oculta en algún rincón por miedo, ¡ay!, a que te descubrieran.
La sombra no es un monstruo ni un demonio, es una gran oportunidad para que te conozcas verdaderamente y para que veas aquello que todavía tienes que modificar para poder seguir avanzando.
Abraza hoy a tu sombra y dale permiso para que se presente ante ti. Diles a tus ángeles que te ayuden a ver qué es lo que debes aprender con ella.
Verás qué hermosas alas despliegas cuando te ames por entero, con luz y con sombra.